Artículo publicado en El Periódico de Aragón el 25 de agosto de 2023

Con la elección de la Mesa del Congreso con mayoría progresista el pasado 17 de agosto dimos el segundo paso en este partido que vamos a ganar, como he vaticinado en varias ocasiones en estas mismas páginas. Es un largo camino, pero ya nos advirtió el filósofo Lao Tse que los caminos, por largos que sean, siempre comienzan con un primer paso que, en este caso, dimos el 23J apostando por un modelo político progresista y plural, al que le ha seguido un segundo paso de 178 votos, eligiendo a Francina Armengol como tercera autoridad del Estado. Ese día tuve la absoluta e íntima convicción de que en pocas semanas daremos el tercer y más significativo paso reeditando el gobierno progresista de coalición presidido por Pedro Sánchez, para afrontar una segunda legislatura que esperamos y deseamos que no tenga que atravesar las tempestades que con solvencia ha habido que afrontar en la pasada. Como siempre, el optimismo de la voluntad gramsciano, al que estoy abonado, juega a favor de esta tesis, pero junto a esta opinión subjetiva hay razones objetivas que la apoyan.

            La más importante es que la construcción de la España plural y mestiza que el 23J dibujaron las urnas, solo puede hacerse con un gobierno PSOE-Sumar apoyado por el resto de fuerzas políticas que añadieron sus 26 votos a los 152 de los partidos coaligados. No hacerlo, supone asomarse al abismo al que nos llevaría una repetición electoral de resultado incierto. No hacerlo, supone que esos compromisos acordados para el reconocimiento y utilización en el Congreso de los Diputados de las lenguas cooficiales, la formación de comisiones de investigación para dilucidar el espionaje con Pegasus y los atentados de Barcelona y Cambrils o la desjudicialización del escenario catalán van a ir directamente a la papelera de reciclaje. Hacerlo, sin embargo, supone que todos esos compromisos se van a dar y seguro que muchos más: ¿cuántos? Todos aquellos que permita la Constitución que todas sus señorías, sin excepción, prometieron o juraron con mayor o menor entusiasmo el pasado 17 de agosto.

            La derecha, desnortada definitivamente y sorpresivamente dividida, ha comenzado a advertir de los terribles males que nos acechan si se produce el escenario anterior, comenzando evidentemente por la destrucción de España. Será necesario que le sigamos recordando a PP y a VOX que Cataluña hoy está muchísimo mejor que en 2017 cuando gobernaba el PP, que ETA no existe por mucho que se empeñen y que Bildu y ERC son partidos legales y bastante más constitucionalistas que ellos cuando apoyan leyes importantes para la estabilidad social a las que la derecha se opone, que el sanchismo ha generado muchos puestos de trabajo y riqueza durante estos cuatro últimos años y que Perro Sanxe es un Presidente reconocido y valorado fuera de nuestras fronteras muy por encima de los anteriores. Hay que seguir diciéndole a PP y a VOX, su socio de gobierno en cuatro comunidades autónomas, incluida desgraciadamente Aragón, que la España una, grande y libre que propugnan no es la real y que la defensa de este modelo es el que precisamente puede destruir España. Hay que decirles que dejen de mentir y de crear escenarios de crispación e incluso de odio y que se pongan en modo constructivo, si es que saben hacerlo, que ya empiezo a dudarlo.

            Pero además, estoy convencido de que habrá gobierno progresista de coalición porque PP y VOX, el pasado 17 de agosto, advirtieron que ya estaban en la oposición y comenzaron a actuar como tal. ¿Alguien puede creerse que VOX no vota a Cuca Gamarra y decide hacerlo por su propio candidato por un puesto en la Mesa del Congreso? Alguna excusa tenían que dar, pero esa no cuela, porque lo que realmente ocurrió es que percibieron que se había conformado una mayoría de gobierno y que ellos tenían que pasar a la oposición marcando perfil propio desde ese mismo momento. Ni nacimos ayer, ni nos pueden seguir considerando tan ingenuos.

Pero que se ven de nuevo en la oposición lo indicaban sobre todo las caras de Feijóo y de Cuca Gamarra. La cara es el espejo del alma, dicen, y en este caso toda España vio la cara de Feijóo similar a la del boxeador sonado por los múltiples crochets recibidos en el Congreso, al que se sumó el uppercut que eldiario.es adelantó ese mismo día y que posteriormente confirmaron el resto de medios, denunciando que a los 70.000 euros como Senador y a los 39.000 que había recibido del PP y que él dijo y redijo que eran todas sus retribuciones, había que sumar otros 32.000 euros del grupo parlamentario. Una nueva mentira a añadir a la ristra interminable de las que pronunció en campaña electoral. Feijóo está sonado y muy posiblemente necesitado de inmediata terapia.

            Pero aún era más significativa la cara de Cuca Gamarra. En la mañana del sábado 19 de agosto pedaleaba con varios amigos del Club Ciclista Tarazona por los magníficos alrededores turiasonenses y hablando de este tema me he referido al aspecto tenso y circunspecto de Gamarra transmitiendo mucho más mal fario del que normalmente trasluce. «¿Circunspecto?» me cuestiona uno de mis amigos compañero de fatigas durante muchos años, «Con ese morro ‘preto’ que tuvo toda la mañana, indicaba su descoloque total y absoluto». «Querrás decir prieto», le maticé a mi amigo. «Aquí decimos morro ‘preto’ y ese fue el de la Cuca».

            Volveremos a ver las mismas caras el próximo mes de septiembre en la sesión de investidura que cortésmente le ha permitido el Jefe del Estado cuando, en segunda votación, Feijóo siga teniendo 178 votos en contra, constatándose por tercera vez que mientras VOX sea su pareja de baile seguirá estando en minoría. Entonces será el momento de Pedro Sánchez.